sábado, 2 de julio de 2011

Aromas de ciudad


Uno de los placeres más grandes que hay es disfrutar del sentido del olfato. Sobre todo en verano, donde se mezclan los aromas, los olores y fragancias, en un combinado perfecto. La temperatura y la humedad invitan a la mezcolanza que se desparrama, inundando el ambiente, explosionando en matices altamente gratificantes para los sentidos de cualquier humano presto a oler, cada efluvio, cada perfume, todo un conjunto.
En este momento es donde entro en escena. Ocho y media de la noche. Me dispongo a realizar un paseo palmesano, despues del trabajo. He esperado todo el invierno, porque no me gusta el frío, porque lo odio, porque sólo huele a invierno, crudo, insensible; la gente no hace vida social, no pasea, no sale a la calle y me entristece que a las cinco de la tarde, todos lloremos por Ignacio Sánchez Mejías, mientras los ingleses toman las pastas y su té. Nos martillean los versos de Lorca que Paco Rabal recita con su voz profunda. Tantas horas desperdiciadas por vivir donde vivimos.
Pero ha llegado, suplicando todo el año. En un plis me pongo mi música en el telefonino y palante como los de Alicante. Me gusta imaginar historias con la gente que me encuentro por el olor que desprenden. Paso por delante de una planta baja y huele a caldo de pollo preparado para el dia siguiente. La señora María, previsora y mejor administradora, ha preparado la comida que dar a sus hijos y a su marido, primero sopa y luego ropa vieja, un plátano y un café. Ha solucionado la comida de un dia; y económica.
Una pareja viene hacia mí mientras suena fly me to the moon y Frank me hace acelerar el paso, rebaso a la pareja y dejan ese rastro a su paso; cabellos mojados los dos. Huelen a ducha fresca, mientras él lleva una colonia ligeramente empalagosa; ella huele a cabellos húmedos con acondicionador y espuma moldeadora de rizos y detrás aparecen unos destellos aromáticos de una suave agua de colonia de rosas. Deliciosamente embriagadora. Me los imagino camino de un restaurante, porque es jueves y porque la zona de tapeo de Santa Catalina te invita a ello.
Y Frank se marcha y tras unos compases de Knopfler, la voz de Karen Matheson se suma al sonido del acordeón de Donald y me acerco al mar y viene un grupo de extranjeros: cuatro hombres delante y supongo que sus cuatro mujeres detrás, con sandalias y calcetines pordiós!!... caras rojas todos ellos.. desprenden olor típico de aceite solar playero mezclado con colonia de esencias de Pachuli, insoportable para un olfato sensible, inapropiado para un clima como el nuestro, donde se estilan los aromas frescos, florales y ligeros para el verano.. Y ellas, bombardeo masivo de perfumes nórdicos, coppertones, ambres solaires y aftersunes... Cuanto daño hace el invierno a estas gentes.... que pasean despues de la pitanza hotelera a media pensión en algún hotel de la zona.... embadurnando las calles con "esencia de guiri", sol y arena.
Me acerco al ecuador de mi paseo y el olor de pizza, de pasta al dente y de leña inundan mi camino, dejo atrás el italiano y una humareda de cigarrillos se desprende de un grupo de jóvenes sentados en una terraza, último refugio donde matar las ganas tras las nuevas leyes.
Subo de nuevo hacia mi punto de partida y me cruzo con un repartidor de bebida, deja su última caja por la puerta de servicio de un restaurante y ya se va de retirada, con la camisa sudada y con ganas de una ducha, de una cena que le habrá preparado su mujer, besará a su hija Noelia que ya dormirá cuando llegue y se meterá en la cama hasta que el despertador digital le levante a las cinco y media de la mañana.
El olor de pimiento rojos asados, me abre el apetito y me recuerda que debo comprar una barra de pan recién hecha en el horno-pastelería-bar-cafetería de cerca de casa.
Y llego a casa y dejo atrás las parejas, los guiris y los repartidores... algo sudado, agradezco el gran invento del desodorante, me ducho y casi sin secarme dejo que las gotas sobre mi piel se evaporen por si solas, pasando a formar parte del aire que me envuelve, de la atmósfera de la ciudad. Y casi siento frío y pienso que sigue siendo mi estación favorita. Y pienso en la colonia de Obama que ha diseñado Pedro de Leana y me pregunto cómo olerá. Nunca tendré la ocasión, pero tampoco me importa...vamos sobrados.

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