martes, 3 de septiembre de 2013

Septiembre

Septiembre, regreso a la juventud, al inicio de un nuevo año escolar. 
Libros nuevos sin una arruga en sus lomos, olor de imprenta, olor de tinta negra y aironfix para forrarlos, aún queda una burbujita que se ha resistido al pegarlo y entramos a saco con un alfiler y como por arte de magia desaparece.
Bolígrafos en azul y negro, lápices de mina y gomas de nata. La incertidumbre de qué clase te tocará y con quién te sentarás, te hace estar con un manojo de nervios en el estómago. 
Retrocediendo muchos años atrás en el tiempo, rememoro las canicas del recreo, se jugaba a piola, al escondite, pero lo mejor era encaramarse del coche que venía a llevarse los papeles y basura. Sí sí.. esa furgoneta Citröen blanca llena de bolsas hasta arriba y los niños colgados por donde podían y la cara del conductor.. con un cigarro en la boca y riendo al ver cómo los niños iban cayendo al subir la cuesta que comunicaba el patio con el campo de fútbol. A nadie se le ocurrió denunciar, nada... y eso que a veces llegábamos con las rodillas ensangrentadas, en el botiquín nos ponían un poco de agua oxigenada.. y seguíamos. Algunos teníamos suerte y nos sentábamos en el asiento delantero de la furgoneta hasta el vertedero, con la condición de sacar las sacas de papel de dentro y lanzarlas por una terraplén donde el propio conductor les prendía fuego. Y se hacía así y no pasaba nada. Todo valía. Éramos muy jóvenes. La palabra denuncia no se conocía. Ni tan siquiera cuando estuvimos una gran parte del colegio ingresados en la clínica por beber agua del grifo infectada de vete a saber qué... Y nos hicimos mayores y siempre en septiembre con el fin del verano... un nuevo año por delante.

Y lo bien que empezaba el primer día de tomar apuntes, una caligrafía perfecta. Aunque también recuerdo que era incapaz de seguir por ese camino el segundo día... el tercero ni me acordaba del primero.. el cuarto ya era más yo mismo, el quinto... Una sarta de letras inteligible, escritura torcida, rápida, anotaciones de última hora en los márgenes. Flechas e incluso pequeños dibujos a todo BIC azul engalanando las esquinas. Ese es mi caos en el que aprendí a vivir, mi mundo, allí campaba a mis anchas y no era mal estudiante, pero era conformista, si sacaba un seis era una nota excelente para no quemar cartuchos cerebrales y pasar al siguiente nivel.. como los videojuegos. Todavía conservo papeles y apuntes de aquella época, quizás algún día empiece a revisar tiempos pasados, añoranza, historia vivida que te sigue como una cometa en la nube y que un largo hilo te comunica con ella, para que puedas recordarla basta con tirar, siempre y cuando el alzheimer no corte el hilo para siempre; entonces el disco duro se formatea, las vivencias se van volando allí donde se juntan los recuerdos para no regresar a la tierra. Pero de momento, aquí estamos.
Septiembre y su equinoccio de otoño.. y tendremos un día igual de largo que la noche. Que no sirve para nada pero da gracia.



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